[:es](Satsang del curso “germinacion de la autoestima” Noviembre 2017)
Cuando hablamos de autoestima , nos estamos dirigiendo hacia una exploración dinámica de nuestro valor interior. Estamos invitando a todas nuestras partes a un estado de compasión y de atención, y hacia los diferentes estados de desarrollo que están dentro de nuestra cosmología.
Generalmente nos concebimos como una sola unidad: “yo soy esto” o “yo estoy aquí”. Esta unidad siente, piensa y esta identificada con ciertos roles o ciertas funciones.
Por ejemplo: hoy estoy triste, hoy estoy cansada, o ahora estoy pensando en algo especifico. Esa definición, ve al yo como una totalidad, como si fuéramos una unidad. Esa manera de ver nuestra realidad concluye que hay un sólo yo, sólido y único dentro de nosotros.
En realidad no funcionamos ni somos de esa manera. Dentro de nosotros mismos hay 3 etapas distintas de desarrollo, a las cuales hay que reconocer y brindar cierta compasión, y con las cuales tener diferente tipo de relación. De esta manera adquirimos cierta dinámica interior, cierta presencia, que emana autoestima o amor propio.
1.- El maestro:
Una parte de nosotros tiene una sabiduría que viene de la recolección de nuestras experiencias pasadas, de nuestras experiencias que ya han sido resueltas y comprendidas.
Este aspecto, tiene cierto estado de madurez, de auto-responsabilidad (“yo creo mi universo”) y de participación con otras partes menos maduras. Esta parte más desarrollada es la que tiene que dirigir nuestra vida, es la que tiene que aconsejar, reflexionar y decidir. Desafortunadamente eso no pasa siempre, porque permitimos que otras partes mas fáciles de digerir y de dirigir, rijan el bote.
El maestro esta enraizado en la ecuanimidad. Esta libre de las torturas de la dualidad (por ej., elecciones entre bueno y malo, persecución del placer y evasión del dolor, etc.). El maestro es la luz que dirige en cualquier pasaje de oscuridad y siempre encuentra fuerza para elevar y dirigir las partes mas débiles y lentas.
Las partes ya desarrolladas, las más sabias, están en un estado de reposo. Están en un estado permanente de paz, de integración. Estas partes tienen otra presencia, tienen un reconocimiento de su valor personal, no necesitan demostrar nada, no necesitan proyectar nada. Su sola presencia emana cierta seguridad, emana cierto amor, cierta paz. Pueden sentir diferentes emociones, pueden estar rabiosas, puede estar tristes, pero hay una presencia hay una estima personal, hay un reconocimiento personal.
2.- El aprendiz:
La segunda parte dentro de nosotros son las partes que están en desarrollo, son las partes que ya han comprendido que hay una trayectoria de madurez y empiezan a participar en una purificación interna.
Estas partes están confrontada a manejar todos los impedimentos, los conceptos limitantes y las emociones o gestiones erradas. Estas partes están disponibles para purificar y rectificar las manipulaciones del ego. Estas partes tienen cierta conciencia y auto responsabilidad. Se permiten explorar, arriesgar y permitir el cambio natural. Estas partes comprenden las leyes del no-esfuerzo y esfuerzo, aprenden a aplicar la inspiración propia en su realidad cotidiana y tienen cierta concentración y dirección personal.
El aprendiz tiene que darse cuenta que su peor enemigo es el hábito de entender su realidad por medio de la mente. La cual puede ofrecerle trucos y concepciones erradas de la realidad. Es el maestro el que tiene la perspectiva educada y puede dirigir al aprendiz en la dirección correcta.
El maestro abraza e ilumina a estas partes, y le sirven como fuente de inspiración, dirección y aceptación. El aprendiz reconoce al maestro y le confía sus retos, adversidades y triunfos. Al mismo tiempo el aprendiz, invita a otras partes menos desarrolladas a comenzar el proceso de maduración y libertad personal.
3.-El involuntario
Las partes que no están en proceso de desarrollo personal, que están dormidas, o que han olvidado su estado divino natural, ofrecen una resistencia, y prefieren vivir en un estado de confort, de terquedad, y de rigidez.
Estas partes se oponen al crecimiento por medio de juicios, opiniones y sentido de superioridad. Desafortunadamente, estas células del cuerpo son las más activas en la mayoría de la gente, son las partes por las cuales se percibe una realidad que es tensa e inhóspita. El involuntario vive sin ningún cuestionamiento personal y se deja llevar por las opiniones de otros.
Esta parte de nosotros, (con proyecciones en el exterior) pone una fachada para mantener su posición. Una persona en este estado tiene una opinión rígida, con cierta terquedad, con cierta rigidez con cierto ambiente de defensa, o de “no es así como deben de ser las cosas “o de “no negocio con nadie”.
La consigna de estas partes es la de mantener el control, o simplemente querer que el involuntario sea el que dirija su vida. Es el camino del menor esfuerzo. Sin embargo, no se dan cuenta que esta posición robótica los hace hijos del montón, llenos de inseguridades, agresividad interior (o exterior), sed por juegos de poder, control y avaricia.
Estas partes tal vez tengan éxito en la adquisición de objetos y posición social, sin embargo no tienen una autoestima real.
Esas partes inseguras son la que necesitan más invitación, más compasión y más dirección, para entonces tener un balance entre el “no! tu no vas a dirigir el bote” y, “hay otra posibilidad para ti”.
Es el aprendiz el que necesita invitar a estas partes hacia la luz y la libertad personal. El aprendiz tiene que decidir si el involuntario está listo, o si prefiere quedarse en un estado perpetuo de ignorancia.
Si el aprendiz ve que el involuntario no quiere moverse, es mejor abandonar el esfuerzo de invitación. En vez, es mejor pedirle a esa vibración que abandone nuestro cuerpo energético.
Estas partes pueden ser constatadas en el camino del aspirante. Por ejemplo, lo pueden ver después de que han hecho sus respiraciones durante cierto tiempo. Antes de su compromiso interior, el que dirigía el bote era la parte o bien en desarrollo, o la menos desarrollada.
En el momento en que se empieza a liberar y a oxigenar el sistema, naturalmente todo empieza a reorganizarse. Las partes más desarrolladas son las que tienen la habilitación del título para la dirección, y con ese título para la dirección viene una presencia. Esa presencia es la verdadera estima personal. Allí hay compasión, hay solidez, hay dirección, hay comunicación con todas las partes, y hay una aceptación de las partes en proceso y de las partes no desarrolladas.
La presencia del maestro está ubicada en la espina dorsal. La espina dorsal tiene la capacidad para mantener todo el sistema erecto. Sin la espina dorsal estaríamos como unas lombricitas, Por eso es que las personas que tiene autoestima, tiene el pecho saliente, tienen la columna vertebral derecha, tienen esa presencia en el espacio.
La presencia real no necesita anunciarse todo el tiempo: “haaa aquí estoy yo” y “esta soy yo”, y “esto es lo que valgo”; o bien “no puedo hacerlo” o “si puedo hacerlo”. No hay ninguna discusión: es simplemente una presencia del canal central y una presencia de la espina dorsal.
Después de que comprendamos que estamos compuestos por estos diferentes aspectos de desarrollo, y que inevitablemente sus diferentes voces van a florecer en diferentes tiempos de nuestras vidas, hay un segundo paso, y es el de tomar conscientemente responsabilidad de a quien le vamos a dar el título de dirección. Es una decisión que se toma una vez, y que está respaldada por nuestras acciones y referencias.
Aceptemos que nos van a visitar diferentes voces. Es parte de nuestra evolución. Y al mismo tiempo elijamos darle la batuta a la parte más sabia y madura. Esa elección es ecuanimidad y respeto propio.
Transcrito por Elizabeth Sánchez, editado por Radha Hindi.[:]